25 de septiembre de 2011

Falsas preocupaciones




Atendí. Debo decir que la llamada en sí me sorprendió. Dijo que el motivo de hablar conmigo, era por las preocupaciones que ella sentía por una amiga. Al principio le creí. Luego caí en que no se le ocurría un tema mejor para conversar. Y no es que me dé importancia personal... 
Supuse que la conversación iba a sugerir un encuentro. Y así fue.
Me propuse un pequeño juego: yo no preguntaría por su amiga, y así sabría hasta dónde ella estaba realmente preocupada. 
La tarde fue larga y tuve tiempo de averiguar algo de sus asuntos, y también de enterarla de algunos mios.
El juego no lo manejaba yo solo, y por eso lo relato sin cuidados ni culpas; de hecho, ella me llamó a mi. 
Caminando a la estación, cruzando una avenida, se adelantó un par de pasos, simulando un cruce suicida, cuanto menos imprudente. La agarré rápido del brazo y ella sonrió mirando de reojo.
Al llegar a su casa, con caballerosa compañía, casi se despide de la misma manera, imprudente, cuanto menos ofensiva. La agarré del brazo, contacto nada nuevo; y en lo que siguió, jamás se mencionó a su amiga.

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