6 de julio de 2011

Tercer sueño

Hacía años que estaban juntos. Y Estaban en la casa de ella. Eran él y ella. Su padre, el de ella, pues jamás podría haber sido el padre de él, no estaba. Los tonos cálidos del interior de la casa contrastaban con la luz blanca del sol que en ese ambiente parecía azulada. Algo raro había; y él no sabía precisar qué era. Parecía un sueño; pero él no se animaba a cuestionarlo, siquiera. ¡Le hacía tanta falta sentirse cerca de ella...!
Estaban en la cama... él la miraba. Primero al lado de ella; y luego quiso verla, aprovecharla desde otro lado por lo que se sentó en el suelo. Le gustaba mirarla con ojos de niño, e imaginar que su ángulo de visión se abría.
Había un objeto un poco extraño dentro del ambiente conocido. Un viejo winco que reproducía una música de cámara que ambientaba la situación como si fuera una película. Y como era costumbre de él retocar la realidad... no pudo seguir viviendo en ese mundo tan armonioso y quizá por eso... Empezó a matar el sueño yendo hasta el tocadiscos para adelantar la melodía y así encontrar el próximo movimiento. Luego de ver su mano obligando al disco a girar más rápido... cuando giró su mirada estaba en su casa. Oscuridad.
Había una luz muy débil que pintaba el techo, aunque más bien parecía una sombra que le dolía a la oscuridad. Sintió miedo y miseria, pero intentó deshacerse de ambas sensaciones, yendo hacia la computadora que parecía llamarlo para buscarla a ella; pues tenía entendido que estaba por llegar, y que ese era el significado de su sueño.
Él tenía la contraseña de su casilla de correo electrónico, pues en la enorme confianza y por las dudas, ella se la había dado. Se dedicó a entrar como si ahí estuviera la información necesaria para saciar la necesidad de tenerla a su lado.
Pero encontró un mail de ella como remitente y destinataria. Era una copia de un mail enviado a su compañera de clases. Estaba conformado en parte por texto tipeado, interrumpido por fotos: tanto de páginas escritas a mano, como por fotos; como un collage informático imitando a un diario íntimo. Ella le comentaba a su compañera aquello que estaba a punto de experimentar con su novio, y que nunca experimentó con él, en cuestiones sexuales.
¿Su novio?
Siguió bajando la página y encontró una foto de ella con su novio, desnudos en la cama, encuadrados del torso hacia arriba.
Ah, cierto que tenía novio. Es muy parecido a mí, pero nunca podría ser yo.
Ella llegó y él se dio vuelta para abrazarla con un hambre creciente. No le importó que en la pantalla estuviera la otra foto. Más que abrazarla quería atraparla. Ella le correspondió con mimos, pero le dijo que quería que charlaran sobre el olvido que él debía experimentar, necesariamente, respecto de ella. Y no hablaron.
Porque cuando él miró sus manos agarrando las de ella, se despertó en su habitación, dolida por la oscuridad y apenas iluminada por la luz celeste del monitor prendido desde otra habitación. En seguida, desesperado por volver a encontrarla, fue hasta la computadora, y era creciente el miedo y la sensación de miseria. En la pantalla no encontró más que la realidad... la de los cuatro años de ella ausente, que él olvidó desde sus sueños y durante el recorrido desde su cama hasta la computadora.