15 de mayo de 2015

Años después...

¿Cuántos años pasaron desde que dejé de escribir con seriedad y dedicación exclusiva para el blog? 
No lo sé a ciencia cierta, lo abrí y lo cerré, lo dibujé un par de veces... le pensé la imagen... y hasta entré con ganas de escribir, y vi que el diseño se truncó por la programación actualizada de google, y en lugar de escribir, me puse, tozudo, a re diseñarlo.

¿Y por qué vuelvo? 
(¿Vuelvo?)
Es simple, me dieron ganas de escribir, porque alguna cosa me habrá hecho pensar: 
"y si vos tenías un blog..."
        "si a vos te gustaba escribir"
                "vamos, si te gustaba tanto que, 
                           cuando las manos no te dolían o las usabas para otras cosas, 
                                      hasta te bajaste un programa que emulaba la experiencia de la máquina de escribir: hacía ruidito, escribía sobre fondo negro, con letras ambarinas (quizá también emulaba las viejas computadoras), y hasta le pifiaba a la escritura apropósito, por más que tu tipeo fuera correcto".

¿Qué cosas pasaron en estos años, o para quién escribías antes... ? 

¿Me habrá tocado algún sinsabor o resentimiento?
¿Debo cerrar este espacio, o dejarlo abandonado como estaba? 
No lo decidiré hoy de todos modos.

De la misma manera que hoy estoy acá, estuve en la biblioteca y saqué un libro para llevar a mi mesita de luz... Un libro de leones devoradores de hombres que compré cuando tendría 14 años...

Llevo tiempo sin leer libros enteros, o los he leído casi sin elegirlos.

Y hoy, una mano ya no tan lisa, con algún relieve mayor, lo sacó de la biblioteca, mientras imaginaba que calmaría mis nervios por un problema de seguridad (o inseguridad), y a la vez ayudaría a resolverlo basándome en el ingenio que los cazadores usarán para matar a esos leones (si los matan, porque aun no los leí).
Igual yo no quisiera matar a nadie. 
Tampoco querría que me maten, claro (qué joder, pleno siglo xxi, tantos discursos al pedo sobre civilización, y la gente sigue muriendo a manos de otras gentes).
Quizá los números romanos deban escribirse con minúscula, luego del siglo XX.
Quizá soy ya un tipo de mierda por estar poniendo en mi blog una referencia al problema de la inseguridad.

Creo que ahora entiendo por qué está abandonado este espacio...
El juego de hoy, no es tanto un juego... es porque mi cabeza está llena de pensamientos que me distraen de aquellas cosas que verdaderamente me importan. De que vivo más con pensamientos que no me gustan, que me olvido de los que me gustan.

De hecho, quizá por eso mismo en algún momento hice otro blog que abandoné... eran unos cuentos eróticos, escritos con ganas de decir algo más de lo que se dice, pero que no estaban dirigidos a nadie, a nada, y que eran un poco eco de mis pensamientos...

Ahora me pasa que...

solo estoy...

12 de diciembre de 2012

Qué indignación. Estos hijos de puta… ¿Tienen algo que aportar?
    -¿Usted tenía conocimiento sobre las operaciones y negocios de la familia que se dedicaba a la trata de personas?
    -Sí, sabía por los antecedentes.
    -¿Y no están presos ni condenados?
    -Bueno, aquí no se está juzgando eso.
    -¿Y no fue suficiente prueba la testigo que declaró ver a la víctima maltratada y obligada a ejercer la prostitución?
    -No.
    -¿Tampoco lo fueron las otras siete personas que declararon sobre la misma base?
    -No, no; no eran creíbles.
    -¿Tampoco fue prueba suficiente la de aquel ex-amigo de uno de los acusados que declaró que el fulano le confesó haber sido el raptor de la víctima?
    -No, no era creíble ese testimonio…
    -Ya que no se ha resuelto nada… ¿Qué le diría a la madre de la víctima?
    -Que el fallo llegó hasta aquí. Más no se pudo hacer.
    -¿Por qué no fueron prueba suficiente 7 testimonios que apuntaban a lo mismo?
     -Y porque… estemmm… es que ya no se puede creer en nadie, ¿vio?

21 de diciembre de 2011

A veces Hertha se burlaba de Kristóf; se inclinaba reverencialmente delante de él, lo llamaba por su nombre y apellidos, y añadíasu rango profesional y académico. Entonces, él se sonrojaba y se mostrabasumiso y educado, triste, como alguien que comprende los motivos deltratamiento irónico del otro y se excusa por no poder ser diferente. Herthaintentaba consolarlo al ver su desesperación. Kristóf era como era, pero eraKristóf, y ella estaba unida a él y podía mantener con él verdaderasconversaciones.

Divorcio en buda; Sándor Márai

15 de diciembre de 2011

El trámite tardó 10 años, pero logró declarar patrimonio visual a sus terrenos olvidados, y hasta él mismo había olvidado el motivo.
Al llegar a su campo, desplegó su pantalla holográfica, para hacer el reclamo, pero se encontró con una obsoleta línea telefónica para reclamar. Sus implantes retinianos, de los cuales no renegó sólo para controlar el espacio visual de su hogar, le revelaron allá en lo que él llamaba “islita” de árboles sobre el trigo, un cono rojo como la sangre.
En lugar de acceder al vínculo desde su casa, comenzó a caminar hacia él, incrédulo de tantas broncas e indignación.
En la islita, accedió al vínculo y personalizó la vista a la altura de sus ojos. Sólo se mencionaba la especie del árbol.
Agarró una barra de hierro oxidado que hacía de guía a uno de los árboles plantados, y de bronca le pegó a la tierra, al tronco, y luego, desacostumbrado, atravesó el cono varias veces, sintiendo que su brazo resbalaba sobre la nada.
Durante la tarde, hizo una línea de cortafuego, y a la noche incendió el árbol. Eso es resplandor, pensó, comparando el rojo del cono, que ya no se distinguía por el del fuego.

25 de septiembre de 2011

Falsas preocupaciones




Atendí. Debo decir que la llamada en sí me sorprendió. Dijo que el motivo de hablar conmigo, era por las preocupaciones que ella sentía por una amiga. Al principio le creí. Luego caí en que no se le ocurría un tema mejor para conversar. Y no es que me dé importancia personal... 
Supuse que la conversación iba a sugerir un encuentro. Y así fue.
Me propuse un pequeño juego: yo no preguntaría por su amiga, y así sabría hasta dónde ella estaba realmente preocupada. 
La tarde fue larga y tuve tiempo de averiguar algo de sus asuntos, y también de enterarla de algunos mios.
El juego no lo manejaba yo solo, y por eso lo relato sin cuidados ni culpas; de hecho, ella me llamó a mi. 
Caminando a la estación, cruzando una avenida, se adelantó un par de pasos, simulando un cruce suicida, cuanto menos imprudente. La agarré rápido del brazo y ella sonrió mirando de reojo.
Al llegar a su casa, con caballerosa compañía, casi se despide de la misma manera, imprudente, cuanto menos ofensiva. La agarré del brazo, contacto nada nuevo; y en lo que siguió, jamás se mencionó a su amiga.

14 de septiembre de 2011


Hay veces en las que uno se mueve por un impulso que va mucho más allá de la consciencia.
No es raro que me ponga a hacer esto ahora, cuando siento que me estoy ablandando un poco y para bien en algunos aspectos. Estoy más tolerante y me puedo permitir escuchar más a la gente.
Haciendo a un lado el preocupante concepto de “atesorar”, existe la experiencia del redescubrimiento. Y entre la noche de ayer y un ratito de hoy, me puse a revisar cassettes de audio para pasar a digital, y poder tirarlos a la mierda, ya que por más mística que haya en ese viejo soporte analógico, la redención puede estar en convertirlos en datos, para no atesorar Objetos materiales. Desde ya que ni yo me lo creo.
No sé por qué me propuse la tarea, pero supongo que me molestó ver los cassettes, llenos de mugre. Y sonará cursi, pero siento que me encontré un poco a mí. No al que fui, sino al niño que pretendo seguir siendo.
...época de la radio, demasiado joven para trabajar y sonar tan serio. Sonrío recordando a alguien que quiso inflarme el ego diciendo que uno se convertía en periodista luego de tantas horas al aire. Ni él se lo creía.
Pero en el mismo cassette, por suerte, está la prueba de mi falta de seriedad, también... Me obligaron a hablar al aire, y yo enojado, estiré media hora una entrevista sonza, solo para contrariar a quienes me dijeron que debía durar 5 minutos. En otra oportunidad persuadí al conductor para que entreviste a un pobre muchacho delirante, al que se lo vendí como la revelación musical del año. La entrevista le generó sus dudas al conductor, que se disiparon todas a la hora de pasar el track que había traído el "músico". Lo echó al percatarse del desastre profesional que se había producido en su carrera al hacer esa entrevista.
También cometí errores sin querer, producto de la inexperiencia, pero más por lo atolondrado que soy, que era.
Más hacia atrás... la vocecita de mi hermana me pega en lo más profundo de la nostalgia, que de eso estamos hablando. Yo le estaba enseñando a putear, como si fueran sus obligatorias primeras palabras para entenderse con el mundo. No grabé la reprimenda que recuerdo que siguió a eso, lamentablemente.
Uh, hay unas cuantas entrevistas ocultas que ni recordaba. Todas charlas apasionadas de mis interlocutores que me dirigían la palabra como a un mayor, y disertaban sobre el gobierno, sobre Maradona... alguien que ni sé quién fue, me decía: "Y una periodista de canal once, muy bonita, rubia ella, se subió a la combi para mirar a la casa, y éste (Diego) agarró la manguera, y la tipa con el micrófono: ¡Sí...! El señor maradona... nos tira agua... y losotro... vamo' a seguir acá... porque la libertá de prensa... (pausa) ¿Qué buscaba...? ¿Que le pegara un tiro?".
Fono tango, un invento estúpido y no por eso poco divertido; donde los amigos de mi abuelo eran las víctimas de llamadas telefónicas, en donde una voz automática (la mía) los insta a adivinar tangos que se reproducen, hasta llegar a un premio que nunca llega, porque acertado o no, la voz automática termina diciendo: Usted se ha equivocado, pero quizá tenga suerte y lo volvamos a llamar. Uno de ellos, enfermo, me dio tanta pena al oírlo entusiasmado, que le terminé llevando un cassette, anónimamente.
Y para entonces… yo tenía… ¡36 años…!

6 de julio de 2011

Tercer sueño

Hacía años que estaban juntos. Y Estaban en la casa de ella. Eran él y ella. Su padre, el de ella, pues jamás podría haber sido el padre de él, no estaba. Los tonos cálidos del interior de la casa contrastaban con la luz blanca del sol que en ese ambiente parecía azulada. Algo raro había; y él no sabía precisar qué era. Parecía un sueño; pero él no se animaba a cuestionarlo, siquiera. ¡Le hacía tanta falta sentirse cerca de ella...!
Estaban en la cama... él la miraba. Primero al lado de ella; y luego quiso verla, aprovecharla desde otro lado por lo que se sentó en el suelo. Le gustaba mirarla con ojos de niño, e imaginar que su ángulo de visión se abría.
Había un objeto un poco extraño dentro del ambiente conocido. Un viejo winco que reproducía una música de cámara que ambientaba la situación como si fuera una película. Y como era costumbre de él retocar la realidad... no pudo seguir viviendo en ese mundo tan armonioso y quizá por eso... Empezó a matar el sueño yendo hasta el tocadiscos para adelantar la melodía y así encontrar el próximo movimiento. Luego de ver su mano obligando al disco a girar más rápido... cuando giró su mirada estaba en su casa. Oscuridad.
Había una luz muy débil que pintaba el techo, aunque más bien parecía una sombra que le dolía a la oscuridad. Sintió miedo y miseria, pero intentó deshacerse de ambas sensaciones, yendo hacia la computadora que parecía llamarlo para buscarla a ella; pues tenía entendido que estaba por llegar, y que ese era el significado de su sueño.
Él tenía la contraseña de su casilla de correo electrónico, pues en la enorme confianza y por las dudas, ella se la había dado. Se dedicó a entrar como si ahí estuviera la información necesaria para saciar la necesidad de tenerla a su lado.
Pero encontró un mail de ella como remitente y destinataria. Era una copia de un mail enviado a su compañera de clases. Estaba conformado en parte por texto tipeado, interrumpido por fotos: tanto de páginas escritas a mano, como por fotos; como un collage informático imitando a un diario íntimo. Ella le comentaba a su compañera aquello que estaba a punto de experimentar con su novio, y que nunca experimentó con él, en cuestiones sexuales.
¿Su novio?
Siguió bajando la página y encontró una foto de ella con su novio, desnudos en la cama, encuadrados del torso hacia arriba.
Ah, cierto que tenía novio. Es muy parecido a mí, pero nunca podría ser yo.
Ella llegó y él se dio vuelta para abrazarla con un hambre creciente. No le importó que en la pantalla estuviera la otra foto. Más que abrazarla quería atraparla. Ella le correspondió con mimos, pero le dijo que quería que charlaran sobre el olvido que él debía experimentar, necesariamente, respecto de ella. Y no hablaron.
Porque cuando él miró sus manos agarrando las de ella, se despertó en su habitación, dolida por la oscuridad y apenas iluminada por la luz celeste del monitor prendido desde otra habitación. En seguida, desesperado por volver a encontrarla, fue hasta la computadora, y era creciente el miedo y la sensación de miseria. En la pantalla no encontró más que la realidad... la de los cuatro años de ella ausente, que él olvidó desde sus sueños y durante el recorrido desde su cama hasta la computadora.

20 de junio de 2011

Había una sola luz prendida. Y desde al lado de la puerta, me veía como un contraluz en el espejo al final del pasillo. Me paré a escuchar cómo andaba el silencio. Andaba.

-Vamo’ a… -dije, y la respuesta no se hizo esperar. El galope en miniatura se me venía encima.

Salimos y le abrí la puerta del auto, muy caballerosamente. Se sentó del lado del acompañante, pidiéndome que baje la ventanilla. La bajé. Andando, le dije: “hoy paseaste de más” y él entró la cabeza para mirarme.

Fuimos a la estación de servicio, y mientras estacionaba le gruñó a los hombrecitos de azul. Le compré un turrón, que me comí casi entero. A la vuelta le digo:

-pasear…

Al rato le comento que me molesta cuando me sale pelo. Él me seguía mirando. Parecía tener entradas. Empecé a manejar mal y decidí cambiar de lugar.

-Mirá si no te lo devuelvo más- me dijo, mientras yo lo miraba con sus ojos preocupado, y él me sonría con mi sonrisa, y agregó:- dejá de pensar pelotudeces, prefiero mi ángulo de visión y mi rapidez de patas chuecas.

Pasamos de nuevo por la estación de servicio y le gruñí a los hombrecitos de azul.

-Tomá, manejá vos.

Cambiamos de lugar, de nuevo, y yo manejaba moviendo la cola, mirando con la cabeza fuera de la ventanilla.


15 de junio de 2011

¡Ah, no, che!


Anoche no podía dormir. No es la primera vez que siento como un chispazo de electricidad en la cabeza que me hace saltar de la cama; es como si hubiera un tipo jodido agazapado en algún lugar de la casa que solo existe para esperar a que mi cabeza se desconecte, para pasarme un cable pelado y enchufado por la cien.
Cuando eso pasa, me toco la cabeza, como si encontrara el relieve de la piel chamuscada. No, no hay nada. Es una maldición que vive conmigo, o más bien, dentro de mí. Y siento que adentro de la cabeza tengo un músculo cansado, acalambrado.
Supongo que me pasa, porque elijo el momento de ir a dormir para juzgarme y sentenciarme por mil cosas. Por pensar en cómo hubieran sido las cosas y cómo serán ahora. Solo o acompañado, soy así a la hora de dormir.
También, simpáticamente me animo a decir, destruyo mi historia y construyo otra, suponiendo que retomo mi vida a partir de tal edad, y teniendo conocimiento de mi futuro, creo grandes paradojas temporales. Y voy tomando nota mental de ideas que debería escribir, y que sé que al otro día olvidaré. Me la creo por un rato, digamos.
Hay cosas lindas en la oscuridad de la cama. Pero creo que, tratándose de mí, la mayoría de mis pensamientos no van por buen camino.
Empecé escribiendo esto para contar una particularidad dentro de esas horas de oscuridad y sin dormir, pero creo que con esta introducción, ya no hay mucho lugar para lo otro. En una cabeza así, sólo hay lugar para chispazos.

9 de abril de 2011




Hoy lo vi a Andrés. Y también la semana anterior. Y cada viernes durante los tres meses anteriores. Sólo hoy lo reconocí, porque le pregunté, primero el nombre, después el apellido. Sí, era él.
Lo estuve viendo durante meses como un rostro familiar del barrio... y en esa parada de colectivo, cercana a su casa, lo recordaba y me preguntaba cómo estaría, si estaría... porque el destino de casi todos mis compañeros de primaria, no fue el mejor.
La última vez que lo vi, teníamos 19 años recién cumplidos... y lo sé porque hasta recuerdo la fecha de su cumpleaños. Y la vez anterior antes de los 12. Recuerdo todo lo que hacía, y todo lo que hacíamos. En la primaria fui siempre el lobo disfrazado de oveja, y él el lobo asumido.
"De chico tenía problemas en la casa", me contó mi viejo en referencia al padre de él. Nuestros padres eran compañeros en la misma escuela primaria. Una vez, en un acto le pregunté al padre de Andrés si recordaba a mi padre, y no lo recordaba. Para ellos, la vida era una cuestión de lo que recordaban.
Con Andrés existen recuerdos de situaciones apenas menores que delictivas. Andrés era el chico malo de la escuela. Tenía problemas en la casa. Yo era el chico bueno de mentira. Por alguna capacidad de imaginación para la maldad... compartíamos un banco y algunos ratos. Alguna vez vino a mi casa.
Tantas cuestiones hubo a lo largo de la primaria, que cuando pensaba en él, en esa parada del micro muy cercana a su casa... estaba seguro de que él también recordaría algunas: nuestra imaginación hacía que las maestras se confundieran, rieran y hasta lloraran.
Más allá de una buena cantidad de recuerdos de la infancia, su cara me costó meses reconocerla. Veníamos esperando el micro todos los viernes juntos y nos cedíamos el paso... sólo era un rostro del barrio... de un hombre de cuarenta años como mucho, aunque tenga más de 10 menos. Oscuro, de rasgos bien duros...
Y hoy lo escuché hablar con una voz cascada, porque un auto frenó a preguntar cómo ir hacia determinado lugar. Esa voz y algún gesto dispararon curiosidad. Al llegar el micro, esperamos a que suban todos y yo le cedí el paso que él me devolvió, como la semana anterior y cada viernes durante los tres meses anteriores. Basándose en esa repetición abrió una sonrisa que supe reconocer. Pero en ese momento lo reconocí a él. Porque le pregunté, primero el nombre, después el apellido. Sí, era él.
Le dije que éramos compañeros en la primaria. Él mantenía la sonrisa, pero porque se olvidó de cerrarla... me preguntó mi nombre primero. Pero tampoco recordó mi apellido.

9 de febrero de 2011



Buscar algo que informe entre tantas manchas de tinta, cuesta demasiado. Es como si aplicaran efectos de difuminado y una textura predeterminada, para conformar una imagen que a simple vista parece decir algo. Pero busco, busco… y nada. Parece que solo son manchas y texturas. Que nadie generó sentido con palabras.
La verdad, está muy difícil la cosa. Al menos para mi. No espero saber que apareció aquel cuerpo, que alguna vez sirvió para dejar íconos plasmados en paredes de la ciudad, de las pancartas… porque deshacerse de un cuerpo, de sobra se ha demostrado, no es tan difícil.
Pero cuando uno comienza a detectar sonidos que parecen ser algo más que ruido… aparece una especie de fé reconfortante de que algo bueno puede pasar, ya que el sonido cobra sentido… ¿Pero de qué estamos hablando? ¡Si con el sonido pasa lo mismo que con la imagen! Es ruido configurado para que uno crea que hay sentido ahí dentro, y sin embargo… es un engañabobos que nos mantiene expectantes de algo que no terminará apareciendo. Porque ahora nada parece poder ser leído. Ni el suelo, ni el diario, ni el audio.
Y sin embargo, pienso que no es tan difícil. Quizá exista la suma de voluntades, pero se tratará de voluntades pobres… porque no hay marchas hoy, ni pedidos audaces ahora. Es el momento de destapar la olla, pero parece que el agua se va a secar, y el metal se va a poner naranja, aunque digamos al rojo vivo.
En fin… creo que hay mil cosas dando vueltas que pueden ser leídas, y que sirven, no para encontrar un cuerpo, sino para preguntarle a alguien directamente qué se hizo con aquel cuerpo. Pero si bien no es tan fácil buscar esa información… encontrándola, tampoco sirve para nada, porque aquel que escucha música del ruido, es ignorado o está loco.

18 de noviembre de 2010


Y hay músicas que suenan en uno…
Se hace difícil ver esas imágenes tan ajenas a nuestra historia. Tonto de mi parte querer verte ajena a esas situaciones, tanto que me lo creo. No entiendo muy bien cómo pueden existir. Evidentemente estamos en dimensiones muy diferentes.
Miro a los costados, miro atrás… y me pregunto si estos cambios los habías llegado a ver... evidentemente, yo sigo estando con vos. Cuando logro responderme, cayendo apenas en la realidad, escucho tus exclamaciones que nunca voy a escuchar, admirándote de “cómo cambia todo”.
El enredo no está en la falta de posibilidades de una vida mejor, o de conocer gente que sepa volar. Está en que cuando pienso en mujer, pienso en vos. Y contra eso, no he descubierto remedio.
A veces creo que ya pasó todo. Pero cuando más me voy caminando, tropezando, haciendo y deshaciendo, es cuando escucho tu voz aceptándome o tirándome bien abajo.
No entiendo cómo dos que tienen tan poco en común pueden vivir en una persona.

12 de octubre de 2010

Ejercicio Ins-urgente


Nunca es tarde para poner en práctica la hervencia de sentimientos nocivos. Esos sentimientos disfrazados de nepente, el camino propio del olvido. A veces surge la pregunta de… ¿desde cuándo decidí que esto es tan oscuro, siendo su comienzo tan vernal?
Este florilegio que hoy ordeno, animándomele a la excerpta de mi propia vida, hacen que pueda ver el peligroso jáculo que ayer zureaba el aire, como un simple céfiro que al inhalar me lampe impoluto en la boca.
En este momento tan inefable, en esta vorágine de mí… y con estas ganas de destruir las barbacanas que fui creando y creyendo etéreas… desato el noray para tirar el canguelo de haber tomado a una dulce perendeca por hidra que no es.
Este amor mortinato, que hoy es obsoleto, no me da tregua para atafagar otro amor licencioso y telúrico, diezmo que supiste elegir.
Me quedan sólo las ganas de acrisolar cada capítulo de mi historia junto a la tuya, como una ínfima parte de una penadura.

(Para vos, claramente)

20 de septiembre de 2010


Termino de leer un libro, en la cama… el final dura lo que tardan las sábanas en dibujarme la espalda, en ese lapso de expectación de un mismo objeto que me pesa en las manos. Pienso un rato el final del libro, y me imagino que soy el perro que me mira leer cuando no estoy en la cama. Y pienso si mirar esos cuadrados de papel, son cuestiones más importantes que jugar conmigo (con él).
Como el sueño está afuera, y aun no es invitado, comienzo otro libro, de vicioso nomás, ya que entiendo mucho menos de él, de lo que entiendo y siento su tamaño y su peso, al que no estoy acostumbrado.
No puedo dejar de experimentar las sábanas, la cama; o más bien, ellas no pueden dejar de experimentarme a mí. Es más fácil sentir la cama, las sábanas… darme cuenta que pasaron 24 horas y no quise bañarme para mantener la sensación de la noche anterior en este mismo lugar.
Durante el día algo de eso se estuvo viviendo por este cuerpo que a veces se avergüenza un poco de ser, aun sin tanto cuestionamiento.
Y sin embargo, acá, en este lugar, se potencia tanto el deseo, la sensación, la dedicatoria… que sin emisión necesaria ni real se mandan abrazos, entre otras cosas, que nada tienen que ver con un saludo, tanto como con una creencia de que se reciben del otro lado.

5 de agosto de 2010

Le gustaba la ciencia ficción por sobre el género fantástico, porque, según decía, sonaba más lógico y hasta plausible.
Era tan racional, que consideraba que la gente que se guiaba por lo que sentía, no estaba a su nivel. Dejó de disfrutar cualquier tipo de película fantasiosa, cuestionando hasta los detalles mínimos.
Al principio era sólo eso; después, con la fuerza de su razón anuladora de detalles fantasiosos hasta lo plausible sonaba imposible: cualquier libro, cualquier historia quedaba desmoronada merced a sus nexos sin sentido, por lo que empezó a cuestionar la existencia misma de ciertos géneros ficcionales.
Empezó a preferir la literatura de género histórico. Sin embargo, lo relativo unido fuertemente a la subjetividad, fue un peso insoportable. Decidió que eso podía anularse con el peso real, con el valor aurático de la imagen; por lo tanto lo fílmico tuvo otra oportunidad.
Pero fuera de los géneros, el problema ahora, era el montaje. Se perdía en el salto de un plano al otro. Los detalles, los nexos, estaban en la continuidad. Nunca podía existir continuidad entre un plano y otro si se los analizaba lo suficiente. Tanto fue lo que analizó, que lamentablemente, se cansó antes de poder terminar de ver una película.
Se le ocurrió probar con el drama como género, tanto literario como fílmico, en ficción y en lo que no era ficción. Pero todo era una construcción.
Decidió buscar otras disciplinas, pero tampoco las encontró cuando entró a un museo a ver los marcos que contenían lienzos manchados con diferentes tipos de pinturas, ni en cuerpos de diferentes materiales que hacían ruido. De hecho, no entendía nada de todo eso.

27 de junio de 2010

Reconstruction I


Así es como siempre termina.
Un poco de magia, otro poco de humo... algo flotando. Pero esto no funciona sin el empuje necesario... Un poco de risas, un hombre... una mujer hermosa; y amor...
Empecemos de nuevo. Primero, un hombre solo. No, él no está solo... todavía. Ese es el primer paso: El hombre. Luego vienen las risas, la mujer y el amor.
Miralo. Podemos empezar por acá, aunque no sea así como comienza. Sin embargo es importante que empiece así, creeme. El hombre entra a un bar. Ve a la hermosa mujer. ¿Se conocen? No parecen conocerse, pero... es como si se reconocieran. ¿Quién conoce a quién?
¿Es el comienzo o el final? Ahora lo veremos.
Es el comienzo y el final.
El amor y la despedida.

Sé que no necesito mencionarlo, pero lo hago de todos modos: "Recordá que todo es solo una película, una creación..."
Pero aún así, duele.

23 de junio de 2010

Tu religión no es la mía



Lo planificado siempre fue jodido para tratar con la gente. Además, es signo de debilidad y falsedad, a veces. La dislexia también puede ser espiritual (debe tener un nombre eso).
Si uno puede, más allá del truquito de aprovechar los silencios, aprovechar la ventaja de mostrar las tripas, de abrirse, tanto mejor… ya que además de descargar, lleva a un buen dormir; sin arrepentimientos; pensando en un verdadero mañana, no como una prolongación de hoy. Hay diferencia, eh.
La persona que habla hasta por los codos sin escuchar, es quien tiene las de perder. Un discurso improvisado no necesita esfuerzos para llegar a una conclusión favorable, basada sólo en el parloteo del falso interlocutor. Y hasta te das el lujo de seguir en la línea de la sinceridad.
Menos mal que me doy cuenta que la vida no es esa mierdita que te proponen las bibliotecas que apoyan al sistema; donde el trabajo no sólo te invade la casa, sino que también el tan osado, se mete en tu habitación para sacarte la almohada.
El trabajo, es bueno, siempre. Pero hay que definirlo en uno.
En el café del otro día, me crucé con quien cumplió el papel aquí descripto como lamentable. No importan las capacidades que los demás resalten de uno. Importa lo que uno quiere resaltar. Esa es la verdadera capacidad. Si el trabajo tiene un horario, sólo se trabaja en ese horario, y con salud, por favor. Porque si aceptaba el discurso que me quisieron vender, sería personaje en lugar de escritor… y no hubiese escrito nada.
Lo más importante del mundo, para sobrevivir, aunque las circunstancias no sean las mejores, es no darle a las mismas la posibilidad de perdurar. Las cosas, mientras no aparenten ser eternas, se viven mejores. Porque siempre queremos más.
Ja, pero andá a decirle eso a una persona que haya vivido a comienzos del siglo XXI.
Los números son como ojos en el elevado techo de la vieja casa que ni cama tiene para dormir; entonces, los colchones dispuestos en el suelo, y la luz del sol de noche, crean un ambiente de elevada oscuridad, y junto al murmullo que emite, da la impresión de estar encerrado en un cuerpo, como una pecera.
La habitación es grande, y la familia que está sobre los colchones, dispersos como escombros adicionales, siente diferentes cosas. Alguno quiere dormir, el otro tiene miedo de soñar; el otro está expectante del ambiente, preguntándose si habrá algún ambiente más; y el otro quiere hablar…
Mientras uno emite algun comentario inocente, el otro tira un tarascón lleno de rabia fraccionada, destrozándose por el miedo del que, asustado, le arranca la cara. Los números en el techo los están mirando, cual centinelas de la nada. Los dos impasibles, deciden dormir, ya que nada puede hacerse, mientras el antes inocente, decide quedarse callado e intentar conciliar el sueño para seguir a los potenciales durmientes.

24 de mayo de 2010

Las cosas que no cambian

Hay otras reuniones… donde, la gente emplea verbalmente lo que aprende en otro lado. La cuestión creo que está en ver quién sabe expresar mejor sus ideas, y competir en discursos. Claro que todo esto, se viste de una charla de gente civilizada que pretende civilizarse más.
Hay pequeñas trampas en este juego: si bien se blanquea en algún momento que lo primordial en los enredos verbales de los que hablamos, es el discurso, y no falta la oportunidad de, llegando al clímax ideológico de temas determinados, o a la hora de expresar un rotulo comprometido… no falta la oportunidad, decía, de cambiar de canal; de responder con una idea que pertenece a otro discurso y a otro género de una ideología completamente alternativa, sólo para mostrar una humanidad discursiva, que no sirve a ninguna causa, ni siquiera a la del discurso anterior, que fue cortado en la mitad, pero los menos pendientes, lo habían dado por finalizado.
Sin embargo, si no fuese por ese cuchillo de otro material, un cuchillo que se corta en lugar de cortar para servir a una causa real… el tema podría levantar un vuelo tal, y dejar la boca de la persona que lo expresa, para convertirse en una idea de varios, para luego suspenderse sobre sus cabezas, y sobrevolar la de otros… pero eso no pasa.
El tema es ver quién piensa mejor. No quien tiene ideas. Y la trampa es quien hace notar que piensa mejor. That’s the question.

11 de febrero de 2010

Odio al perrito



Los ojitos le dan forma a la luz de la noche, para dejarse ver en el interior de la caja oscura, mirando hacia arriba, a cualquier gigante que aparezca. Si una mano se le acerca, es sólo una mano, no pertenece a nadie en particular. Es una mano sin unión con los ojos o la cara del gigante que mira hacia adentro.
Uno de esos gigantes piensa en la frase “los bebés huérfanos saben que llorar es inútil”. Trata de recordarla como una máxima, pero con el tiempo cede, no quizá a los escasos llantos, sino a cualquier sonido que provenga de la caja.
El gigante comienza a achicarse. Antes usaba guantes; ya no. Prefiere ver los ojitos alegres cuando las manos se acercan desnudas. Prefiere dejar de ser una mano, luego de ser mordido; elige que los ojitos oscuros le miren a los ojos mientras el pequeño le muerde la mano.

31 de enero de 2010

El tipo no murió

¡Hoy sí que ha sido un día muy largo y muy intenso!, pudo haber pensado Maximiliano al decidir que ya era tiempo de tener un cigarrillo sostenido entre sus labios, entre sus manos, aunque más no sea sin humo y sin ceniza. Dame un cigarrillo, quiero un cigarrillo, ¿me trajiste cigarrillos? Tres frases de tres palabras, que bien podrían ser una sola, eran las que se generaban en su mente viciada y las que brotaban de su cuerpo abstemio, a través de las grietas de su boca reseca por falta de agua y alimento; tres frases a cada una de las visitas ¿Podés creer que veo el humo?, me dijo observando el espacio próximo a la colilla. No estás mal, Maxi, yo también lo veo, le aseguré y me sonrió.

J.B.

11 de enero de 2010

Cuando se atraviesa un momento que uno vive como definitivo, se empiezan a ver señales (o a fijarse en ellas; y aquel que no cree en señales, empieza a ampliar su vivencia fijándose en algunas “casualidades”).
A veces marea un poco fijarse en los detalles. Como si todos esos detalles que siempre están y estuvieron ahí, quisieran tener que ver en la desición que tenemos que tomar.
Lo que es muy claro es que todo parece reafirmar la situación en la que uno está, mientras no toma la decisión. Lo bueno está en tomar decisiones, creo yo. Porque luego de pasada la tormenta, no falta quien dice que si pensó en hacer tal o cual cosa (y menos mal que no la hice) fue por la presión del momento. Y sino está el que intenta deshacer la decisión que tomó, amparándose en la misma excusa (un momento difícil).
No se trata de intolerancia; se trata de dar un paso desde mi punto de vista (depende de qué decisiones, ¿no?). Pero a veces la educación no permite considerar la posibilidad de alejar todo aquello que nos hace mal. Si uno relatara a veces los hechos, podría pasar a la vista de otro por un desalmado, o por un kamikaze. Pero lo cierto es que los hechos, en este caso, van de la mano de decisiones, y las decisiones, tienen una forma de sentir.
De todos modos, a veces pasa por decisión el punto cúlmine de una falsa paciencia, donde es obvio el camino que las cosas terminan tomando (y ahí todo parece tener un justificativo, y la decisión parece tomada).
Creo que las mejores decisiones, son las que se toman a tiempo. Y digo mejores, no por la calidad estratégica que pueda tener; sino más bien, porque el tiempo bien empleado, es bueno para uno y para los demás. En cambio, los gestos no del todo sinceros nunca llegan a tiempo. No hacen bien a nadie.
Si tuviera que pensar a dónde lleva todo esto… no lo sé… nos lleva a un lugar de una manera más rápida. Por lo general, la persona que no toma decisiones, siempre según mi parecer, llega siempre tarde a donde quiere ir. Si llega. Y el hecho de tomar decisiones, es como pasar el nivel de un juego, con un truco (no una trampa). De lo contrario, el camino obvio tendrá que ser recorrido.
Los detalles, las señales… son cosas que siempre estuvieron ahí esperando que uno les ponga significado, para hacer una pintura de la vida de uno mismo. Y creo que la convicción con la que uno lo hace, es la que apunta a la verdadera calidad del cuadro.

9 de diciembre de 2009

Las cosas que cambian

Aunque parecíamos hablar de la misma persona, nos referíamos a historias que habíamos vivido por separado, de manera individual (aunque… no tanto como nuestros respectivos compañeros).
Cerveza de por medio (que en estos casos estira esos ligamentos sentimentales que deben trabajar en el momento de hablar, para no guardar tanto), la charla insistía en remarcar un rasgo: la autoreferencia que estas personas hacen (en primera insistente) sobre sus cualidades maravillosas. En la relación, a veces sentíamos que en lugar de estar ante alguien que hablaba de sí mismo, estaba dando una lección de vida, quizá luego de recurrir al manual del buen orador.
Este tipo de conducta yoista, iba acompañada de cierto orgullo que se apoyaba en la imagen de la rebeldía y la búsqueda de la justicia… como emulando a un verdadero mártir, quizá.
Es decir: hablábamos de la carta de presentación que tanto supo seducir. Ahora, la tormenta había pasado. Y realmente fue tormenta.
Como si la podredumbre de un cimiento evidenciara lo mal hecho que estaba desde un comienzo, existieron descuidos luego del corte. Descuidos que no sólo modificaban lo que la persona sería de aquí en adelante; sino que, golpeando nuestro orgullo, veíamos ahora que las cosas siempre fueron así… Como si el enunciado detrás de la retórica fuera “Ahora que no estoy con vos, no me importa seguir cuidando la imagen”. Así y todo, estos arteros (que quede claro, no artistas) querían mantener el lazo… a veces con insistencia.
Como si los pregones pasados fuesen erróneos, se permitían ahora todo eso frente a lo que antes hubieran levantado un crucifijo. De todos modos, la actitud de perdonavidas, la seguían manteniendo.
Y así, estos personajes ausentes, que un día fueron descubiertos, eran el centro de la discusión.
En la charla, relatábamos qué pasó luego de alejarnos de estas personas, que ya sabían que sabíamos cómo eran; y que se habían quedado sin fichas.
Al sentirse desnudos los ausentes, debido a tales verdades, variadas y respectivas según el caso, pero todas de la misma calaña, se acabaron los mensajes, las insistencias, los perdones y porfavores… para pasar a otro tipo de discurso: “vos no me podés cuestionar esto, ya no estamos juntos”.
Luego… seguramente volvieron a sus amistades (que habían sido dejadas de lado porque… erigir una historia de la forma que contamos, necesita un tiempo de auto convencimiento y algunos cuidados aparte), con el discurso “Se cansó de estar con alguien como Yo: una persona sincera, sin vueltas y a la que no le gusta la corrupción”.
De todas maneras, la charla rayaba la discusión cuando algún foráneo de situación, intentaba definir que este tipo de actitudes no era algo maligno. Pero el sufrimiento de los otros decía lo contrario. Algunos llegaron a hablar de enfermedad, y otros dijimos algo elaborado con respecto al egoísmo. Porque, seamos sinceros: Alguna vez nos vimos tentados de hacer de una relación, de la vida misma una mentira, por la frustración que alguna persona nos terminó generando… o nosotros mismos.
Todos aprendemos el mismo idioma. Algunos ponen énfasis en la comunicación; y otros, para los demás y para sí, lo usan como una cuestión de márketing. Lucrar con la palabra necesidad, es saltearse la definición del egoísmo.
Pero todos, buenos y malos, buscamos la conformidad.

6 de diciembre de 2009

Va a ser dificil que me crea,
pero en este momento,
un hechicero más maligno que yo,
acaba de entrar en el campo de otro monitor.
-Resulta que me escribió esta chica… que se llama Iva…
-Buenísimo, ¿y?
-Y… nada, viste que no quiero encontrarme de nuevo, para quedar como un histérico. Directamente no quiero que pase nada con ella.
-Uy, y bueno… ¿y mañana hacés algo?
-Y mañana me voy a capital, a ver a una chica.
-¡Buenísimo! ¿A quién vas a ver?
-Bueno… a esta chica… que se llama Iva…

1 de diciembre de 2009

Escondidos


Desde entonces, no se volvían a ver. La hora de dormir quizá era el único momento en que estaban presentes para el otro. Sin embargo, durante el día y la noche que no era la vigilia ni el sueño, se focalizaban en cada uno de los cinco sentidos, concentración legada y adquirida en la noche de los tiempos, y con mucho esfuerzo.
Cualquiera diría, hasta ellos mismos, que el logro era un logro, y ya no había que esforzarse. Pero es por algo el cansancio con el que llegan a la cama. Quizá no lo saben, ni lo descubrieron; ni siquiera se imaginan que cada persona que pisa este mundo tiene una historia parecida y más de un motivo para llegar cansado a la cama, y que no es precisamente el típico esfuerzo, el agotamiento tan simple, o el trabajo.
Pero en todas las historias hay quien más, y quien menos. Mientras uno de ellos transforma la imagen, y relega el símbolo a los rincones profundos y más cortos del mundo onírico, el otro aun la conserva con puesto de guardiana en la vigilia, para no entrar a ese mundo solo.
Si bien ambos logran dormir a su manera, mientras uno olvida, el otro más recuerda. Y cada uno tiene orgullo de lo que hace, claro. Siguen estando juntos, de alguna manera, porque uno se esfuerza en olvidar, y aunque termine olvidando, quedará el esfuerzo puesto, a modo de costumbre, rasgo inherente a todos. Y mientras el otro intenta recordar, aunque el tiempo a la fuerza transforme, en un momento no sabrá a cuál de todas intenta perpetuar.

20 de noviembre de 2009

mezclando el tiempo



Cuesta aprender algunas cosas. A veces uno cree que es noble entrar en la vida de alguien como único. Ser la persona que ocupa la dirección de todos los pensamientos del otro. Pero es una idea egoísta, supongo. Por lo menos, si lo pensamos, llegamos a la conclusión de que no se trata de una idea noble.
Es inevitable que cuando algo comienza, eso pase; y que pase en las dos personas que conforman el dúo, perfecto. Pero bueno, sin querer ahora me encuentro hablando de eso que tantos han dicho y nunca di bola sobre que “la ilusión dura un tiempo, después te encontrás con la verdad” (como si eso fuera siniestro y condenatorio). Y quizá sea así, eh (no lo siniestro; sino la condena a la verdad, como algo positivo).
Hoy estaba viendo fotos… y hubo un pasado que era tan mágico, que una pizca de realidad hizo girar las partículas de la historia al revés, y se convirtió en terrorífico. Pero guarda, ahí entra el asunto de la dignidad. No puedo decir que fue la mía pero… (es que a veces la dignidad, no tiene que ver con lo correcto, pero termina de alguna manera en eso). Si fuera por mí, que me creía noble y digno (solo por tomarme vacaciones de cuestiones inmorales), seguía caminando en la misma dirección y mirando hacia abajo, sólo viendo mi sombra.
Pero fue ella quien tomó la decisión. Quizá no fue firme, como tampoco valiente, pero sí fue digna de ella. No lo hizo de forma moral. Tampoco fue clara, porque… convengamos, a una persona que no quiere escuchar, de nada le vale una buena explicación. Por lo tanto, apretó un botón que activó de alguna manera mi decisión. En ese momento, claro… la odiaba; pero hoy me doy cuenta de que dos vidas tan diferentes, no podían ser una misma. Y quizá las fotos que estuve mirando, las veía con un cariño presente, por esa inteligencia que me sonó macabra.

9 de noviembre de 2009



Cuestiones celestiales que no conviene entender, en las que Poyel, ya había estado cerca de uno, mediante la mirada de otro. El otro había ido un par de veces a ese lugar, y el ángel dejó que viva una pequeña historia, guiada sin fuerza angelical, pero mágica igual.
En estado sólido, era mucho el mareo, y mudar de uno a otro, requería ciertos trámites que eran un poco escabrosos tratándose de lo apremiante del tiempo. Y si se trataba de encarnar en la persona mezclada en el asunto, aun sin tomar decisiones, ya implicaba tratar con Vasiariah, que no le gustaba interferir directamente, y si lo hacía, o permitía la extensión, lo pensaba demasiado.
Por lo tanto, el ángel, fue espectador una vez de las costumbres de la muchacha. Conoció su casa a través de los ojos del muchacho, y se esperanzó en que esta historia tenía ciertas cuestiones para movilizar. Sin embargo, la edad de la gente no deja de sorprender en la solidificación de los corazones: las excusas de los fracasos y la retención de las rutinas, que ayudan a las causas míseras.
Por lo tanto, decidió mudar a estado sólido en el dueño de una armería. El dueño de la armería fue a la noche, sin saberlo a su negocio, algo mareado. Cuidó de que ese estado no le ganara, ya que ambos, uno sabioendo, el otro no, tendrían que dar explicaciones si algo faltaba, y no es cuestión de utilizar a los inocentes, para luego no dejarle otras posibilidades ante la vida. Los asuntos celestiales, se administran en el cielo, aunque el campo sea en el terreno. Poyel esto lo tenía en cuenta, aunque algunos colegas, no. Se podía decir, y no irónicamente, que era un profesional.
Así que utilizó los saberes del hombre para manejar el auto, agazapado en lo más profundo de ese ser, asustado de que recordara una sola vivencia de aquel suceso. Tuvo que esforzar mucho la mente del hombre para sacar la cuenta de cuáles eran los edificios que rodeaban al lugar en cuestión en el que operar. Cuando lo hizo, el hombre, no por casualidad, supo cómo entrar y subir a la terraza.
Poyel puso el ojo del hombre en la mira, y el hombre su mano en el gatillo. Esperaron, uno consciente, el otro no, a que la mira esté despejada del blanco real… El disparo atravesó el lado de una biblioteca, pasando entre varios libros. La chica ya estaba gritando, así que era cuestión de hacer huir al hombre.
Dejemos de hablar del hombre, y pasemos al acto en cuestión. Se explica muy simple: La rutina ya estaba muerta. Lo demás, no era trabajo de él, y ella podría soportarlo.

6 de noviembre de 2009

Pesimismo de primeras

Teníamos cuatro o cinco años. La hora de la confianza, la hora de la siesta. Juguetes desparramados en mi pieza y en la cocina, los elegidos; en el patio estaba el galpón, y arriba de él, nosotros. Subimos saltando desde la parte alta del tobogán (que apareció en el patio un Día de Reyes).
El techo de chapa se hacía apenas curvo con el peso de los tres arriba. Se trataba de un cubo de cemento bastante petizo y añoso que de acariciarlo se desintegraba. Nos quedamos sentados en el borde, con los pies en la chapa, y los cantos en los ladrillos. Teníamos algunas piedras que iban a parar a algún lado del patio, y Juan y yo, habíamos subido las pistolas. Habíamos hecho lo que teníamos que hacer, y era hora de bajar. Carlitos y yo, primeros. A Juan no lo vimos. Lo buscamos desde abajo, mirando al techo. No estaba. Fuimos a la parte perpendicular. Juan estaba boca abajo, en el suelo.
Frase estúpida la de Carlitos “a los que se caen le damos plata”. Por lo menos algo dijo. Yo no dejaba de llamar a Juan, con cierta tranquilidad atontaada, debido a que no me explicaba este tipo de cosas. La gente grande se muere; no los chicos. Juan no respondía, y yo había detectado el color rojo de la sangre en algún lado.
Llamé a mis padres.
Todo se pone borroso. Llaman a la madre de Juan. Viene y llora sobre su hijo. En esa época, no sé nada de la bronca, de los juicios, de las culpas… llora sobre su hijo la madre de Juan. No deciden si está muerto. Miro al cielo, y las nubes, que parecen más vapor que otra cosa, envuelven al disco rojo que ahora es el sol. Así se ve cuando se muere un chico. Me empiezo a acordar de Dios, la noche que bajó a buscar al perro de de la gente que vive en la esquina. Lo habían enterrado en el terreno baldío de al lado.
Dios era un hombre muy flaco y viejo, bastante venido a menos; una especie de linyera raquítico, envuelto en una frazada vieja, porque tenía frío y lastimaduras. Y venía, bajaba del cielo, sacaba de esa frazada una pala, para hacer inútil el trabajo de quien enterró al animal. Asuntos celestiales que no me interesaba entender.
Sólo sé que Dios esa noche, bajará del mismo modo a ocuparse de Juan.
Es de noche, y mis padres llegan del hospital. Estoy con mi abuela, y de esas preocupaciones de gente mayor que escucho, entiendo que Juan se va a poner bien en unos días.

1 de noviembre de 2009

Todo lo que sube...

Hay un nudo ahí en el estómago, en la boca pujante, que se define latente, pero siendo pesado, digo: inerte. Cuando la línea del horizonte está muy alta, y la luz no se deja ver, el cielo te está tragando, o es que te tragaste el cielo y lo tenés atragantado en la boca del estómago, queriendo vomitar para verlo.
No es tan jodido que un sentimiento noble no se corresponda. Lo que a veces parece: es que el paisaje no tiene nada noble para corresponder a la mirada de uno. Se supone que se debería rescatar algo de lo que uno ve, pero ese horizonte, a la vez que se eleva, oscurece más lo que está a la vista, y le quita brillo a mis ojos, mientras yo me esfuerzo en inventar con luz los tuyos.
A veces creo que soy el único que se pregunta cómo serían las cosas con un simple clic, que nada hubiera costado en sus respectivos momentos, para hacer trayectorias más dulces de destinos, y no estas líneas tan amargas.
Creo que voy seguir en la mía, de todos modos. La palabra intento, nunca viene bien cuando alguien se toma las cosas con fuerza. Por lo tanto: seguiré buscando hasta encontrar la manera de ganarle al tiempo, o a esa altura negativa de seres que se presentan como etéreos, pero viven con las patas para arriba y terminan aplastándose contra el aire.
Hoy, cosa inesperada, extrañé (te) un poco. Se parecía en todo, salvo por el pelo rubio. Pero los mismos modos, el mismo tipo de chamuyo. Aunque nunca te vi interactuar, sé cómo lo harías y estoy seguro de que sería así.
Me pregunto qué pasaría si vos me vieras a mí. Si supieras cómo soy adentro. Me pregunto cuánto de eso pudiste ver en el tiempo que estuvimos. y si lo hubieras perdonado. A veces, ciertos comportamientos dan pena. A veces, la poca paciencia genera pena. Y a veces uno cree que la mira está bien calibrada.
Qué buena mentira tan grande soy

28 de octubre de 2009

Mateo 6:16

La gente sigue ampliando su enciclopedia. Hoy aprendió una palabra, o le encontró sentido a una, y dice: “qué interesante, la voy a usar el próximo mes, para todas las pajas”. ¡Muy bien! ¡Eso es la vida! (con muerte incluida).
Al sol, fuente de luz y calor, se le debe estar acalambrando y calentando la oreja, y es por eso que el total que nosotros consideramos, se extingue, se arruga, se muere y se apaga. Pero bueno, sigamos inventando, no por el placer de inventar, sino para que sepan que somos inventores. ¡Muy bien!
Creo, y esto va muy en serio, que si cada uno respetara lo que siente, no habría lugar para mariconadas de gente que cree que vive, haciendo pan y queso, quedando bien con dios y con el Diablo. Pero seguimos poniéndonos rótulos, o esperando que otros nos lo pongan: el intelectual, el sabiondo, el técnico, el doctor, el escritor, el rebelde, el suicida, el loco, el sincero, el vivo… somos gente que sabe de la vida.

22 de octubre de 2009

Sentía dolor y era la primera vez que lo tenía así, que el dolor así la tenía. Un dolor tan fuerte en sus sentimientos, que podía usarse la palabra dolor. El estómago parecía abrochado y estirado; y en el pecho, el peso de un yunque, imaginándose a sí misma boca arriba para describir su propio dolor, aunque la verdad, era: posición fetal, con los dedos doblándose en el intento de penetrar el colchón, y su boca buscando sosiego imposible, apretando la punta de la almohada.
Sentía ganas de volver al dolor normal; al dolor supuesto, al conocido. Y como le resultaba imposible, rogaba que el techo la aplastara directamente… o algo mil veces más pesado y definitivo que el techo, al que no miraba.
Como de repente, se aplaca y no vivencia el que su mano llega hasta la mesita de luz, agarra el control, aprieta un botón. Oscurece el rosa con el azul del tubo. Si bien la tonalidad de la habitación es fría, los cálidos estallan en la pantalla con violetas, rosas, rojos, amarillos. Reconoce en la pantalla al acolchado de enormes rombos blancos y rosas, y ve a una niña feliz. Muy parecida a ella, aunque sabe que no es ella. Alguien la representa. Alguien que bien podría ser ella.
Experimenta de a poco la sensación de volver a vivenciar la realidad, y sus rasgos marcados por la amargura y el dolor que al principio describíamos, no el normal, se posan en un punto intermedio. Los músculos de su cara se relajan. Ahora la sensación parece experimentarla a ella. Ceden. Se sienta en la cama, ablandándose el bloque que era su cuerpo, aunque ella sienta la fuerza de mantenerse sentada. Relaja; suelta un poco más; sostiene y se levanta. Se queda, apaga la TV y sigue. Sale de la habitación, escuchando los comentarios sobre su calma y aunque la voz es una, hay dos personas afuera, pero no sabe quién lo dice.

20 de octubre de 2009

Antes de


¿Qué pasaría si el despertador está por sonar y vos ya te despertaste, esperándolo? Sería genial que un día, puedas plantearte todo eso que vas a hacer de forma maquinal. Que quizá muchas quejas no existirían si por lo menos una vez, lo pensaste, lo cuestionaste y lo dejaste de hacer.
No sé cómo será tu vida, pero imaginate: hoy no café, no mate, no computadora para chequear tal o cual cosa, no diario, no taxi, no camino, no trabajo.
Imaginate…, sólo es un ratito de vigilia; no te digo de hacerlo, pero sí pensarlo. Pensar que si lo harías…
Creo que uno de los momentos de más libertad, es ese donde lo llamado fiaca, o también eso a lo que le dicen vigilia, nos permite tener esa libertad surrealista de recorrer habitaciones cerradas hace tiempo de el ser.
Quizá sea una cuestión de verse con la libertad de abrirlas. No es tan fácil como suena, lo sé, porque si nunca te lo planteaste, es muy posible que no sepas de qué estoy hablando. Pero si alguna vez te preguntaste cómo-sería-si-ahora-no-hago-lo-que-se-supone-que-tengo-que-hacer… vas a tener una idea de lo que digo. Y aunque no lo hagas, vas a tener otra perspectiva de las cosas, eso seguro. Los sentidos se afilan con este tipo de preguntas.
Aunque en ese ratito, no sepas qué harías con ese tiempo que hoy no decidiste emplear de la misma manera. Pero creo que ahí está la cuestión, en no planear nada. En levantarse y no hacer, simplemente, lo que se supone que se tiene que hacer…
¿Por qué esperar a que ocurra un suceso externo que nos haga sentir que el día es distinto? Por ejemplo, ¿por qué esperar a que se declare una guerra? O más sencillo: ¿por qué esperar a que se te muera un pariente de súbito, para saber lo que es remover toda la energía que está en las profundidades, como para decir que es un día emotivo sólo por eso?


14 de octubre de 2009

Lo normal y lo norbien



Pobre piba. Lo creyó normal. Un tipo con posibilidades, igual que todos (aunque esto nunca es cierto). Pero sí, el tipo tenía posibilidades, pero tenía unas posibilidades adicionales… generadas por su… “Don”.
Cuando ella se dio cuenta de cómo venía el asunto, se alejó, porque se sintió asustada, claro.
De todas maneras, el encuentro entre estas dos personas existió. Aunque fuese en ese segundo posterior a la confesión, mientras se miraban a los ojos.
A ver… se gustaban mucho, eso está claro.
Pero uno no puede confesar que todo lo que se supone que “era así”, no existe, y en realidad vive de sueldos en negro, por matar gente, o por manipular ciertas cuestiones sociales que benefician a unos pocos, que luego recompensan a uno.
Y sabido es, que no es una cuestión de ideología de la chica, cuando decide tomar el rumbo del alejamiento, al enterarse de estas oscuras cuestiones.
Uno espera una vida normal; pero un detalle que altere una crianza normal, no te puede devolver una vida de posibilidades normales, y no se le puede exigir a la vida después de… vivido ese detalle (que puede ser de 20 minutos en la infancia de 1), que te dé una vida normal (porque el sentido de “lo normal” fue modificado).
De hecho, aquí, la verdad generó que la chica se alejara del chico. Y quizá lo más interesante, que no pienso analizar, es que… en ese segundo en el que se miraron a los ojos, cuando todo estaba sobre la mesa (sobre la cama, en realidad), se entendieron; pero esta vez el acuerdo fue estampado por la distancia y no por un beso, o un fuerte abrazo.
El miedo que existió en ese segundo (la palabra se repite porque es muy importante), junto con otros sentimientos, también fue compartido (y revancha).
Vaya a saber qué vida reserva el destino para uno. Pero vayamos decantando: los normales con los normales, y los raritos, entre ellos. No es triste, o no debería serlo, si uno cuenta con una definición propia de lo normal. Además, lo poco normal en la respectiva vida de cualquiera, tiene una duración corta, y es ahí donde se aprende a definir.
¿Pero cómo sabe uno de qué lado está? ¿Alguien le respondió alguna vez a Matías Martin?

13 de octubre de 2009

Hay otros métodos

Si fuera un hijo de puta, te hago una brujería. Pero como no lo soy, no te hago nada, y me dedico a estar, nomás. Porque sino, las cosas se podrían opacar, como aquella vez que vi la macumba hecha en la puerta de una casa.
¿Cómo puede haber gente tan enferma! me pregunté. Pero después… supe quién vivía ahí y qué había hecho. Si hubiera existido Don Corleone, en lugar de ir a un brujo, hubieran ido con él, a pedir justicia, pero como la justicia no existe, y Don Corleone tampoco, no fueron; porque era al pedo creer en los reyes magos. Entonces, fueron a un brujo. ¡Y tampoco es garantía de nada, porque dicen que esas cosas vuelven! Pero no es que yo no lo hago para cuidar mis espaldas y que no me vuelva a mi, ¡no! No lo hago porque soy boludo, pero soy bueno; y es más importante lo segundo, lo cual refuerza lo primero.
¡Además, de qué caprichos estamos hablando! El hecho de que hoy te quiera retener al lado mio (tampoco a cualquier precio), no implica que mañana me canse yo, y vos me quieras hacer una brujería a mi. Por las dudas, que quede todo así.
Ya estoy acostumbrado a que el encanto vuele. Pero guarda, porque más allá de ser boludo, conozco los sentimientos y reconozco lo benévolo. Detrás de cada idea negativa, subyace el futuro vuelo positivo, que espero poder ver, y que no me pase como a los viejos con Gimnasia.
O sea: si algo aprendí del tiempo, es a tener dignidad. Esa palabra que algunos pronuncian sin la última “d”, y acentúan en la “a”. Eso quiere decir: yo creo en lo lindo, pero a mí no me jodés. Y creo que eso está bien, se trata de quererse uno, sin dejar caer el peso muerto de la irresponsabilidad, en la libertad del otro; ¡Tampoco quiere decir que el otro lo pueda querer bien a uno. ¡Pero bien!
Así que bueno, todo se va complicando, y la gente, cuando no se encuentra, hace brujerías. Pero yo, no. Porque eso lo haría si fuera hijo de puta, y yo no lo soy. Prefiero hacer otras cosas… como la paja, por ejemplo, que es como una brujería, en cuanto a evocación, pero más que una maldad, es un homenaje.

12 de octubre de 2009

"Puto el que lee esto"

Nunca encontré una frase mejor para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni el pelotudo de Góngora.
Lo leí en un baño público en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura. Eso es desafiar al lector y comprometerlo. Si el tipo que escribió eso, seguramente mientras cagaba, con un cortaplumas sobre la puerta del baño, hubiera decidido continuar con su relato, ahí me hubiese tenido a mí como lector consecuente. Eso es un escritor. Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa. El tipo no era, por cierto, un genuflexo dulzón ni un demagogo. "Puto el que lee esto", y a otra cosa. Si te gusta bien y si no también, a otra cosa, mariposa. Hacete cargo y si no, jodete.

Roberto Fontanarrosa