11 de febrero de 2010

Odio al perrito



Los ojitos le dan forma a la luz de la noche, para dejarse ver en el interior de la caja oscura, mirando hacia arriba, a cualquier gigante que aparezca. Si una mano se le acerca, es sólo una mano, no pertenece a nadie en particular. Es una mano sin unión con los ojos o la cara del gigante que mira hacia adentro.
Uno de esos gigantes piensa en la frase “los bebés huérfanos saben que llorar es inútil”. Trata de recordarla como una máxima, pero con el tiempo cede, no quizá a los escasos llantos, sino a cualquier sonido que provenga de la caja.
El gigante comienza a achicarse. Antes usaba guantes; ya no. Prefiere ver los ojitos alegres cuando las manos se acercan desnudas. Prefiere dejar de ser una mano, luego de ser mordido; elige que los ojitos oscuros le miren a los ojos mientras el pequeño le muerde la mano.