
La habitación es grande, y la familia que está sobre los colchones, dispersos como escombros adicionales, siente diferentes cosas. Alguno quiere dormir, el otro tiene miedo de soñar; el otro está expectante del ambiente, preguntándose si habrá algún ambiente más; y el otro quiere hablar…
Mientras uno emite algun comentario inocente, el otro tira un tarascón lleno de rabia fraccionada, destrozándose por el miedo del que, asustado, le arranca la cara. Los números en el techo los están mirando, cual centinelas de la nada. Los dos impasibles, deciden dormir, ya que nada puede hacerse, mientras el antes inocente, decide quedarse callado e intentar conciliar el sueño para seguir a los potenciales durmientes.
Mientras uno emite algun comentario inocente, el otro tira un tarascón lleno de rabia fraccionada, destrozándose por el miedo del que, asustado, le arranca la cara. Los números en el techo los están mirando, cual centinelas de la nada. Los dos impasibles, deciden dormir, ya que nada puede hacerse, mientras el antes inocente, decide quedarse callado e intentar conciliar el sueño para seguir a los potenciales durmientes.
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