11 de enero de 2010

Cuando se atraviesa un momento que uno vive como definitivo, se empiezan a ver señales (o a fijarse en ellas; y aquel que no cree en señales, empieza a ampliar su vivencia fijándose en algunas “casualidades”).
A veces marea un poco fijarse en los detalles. Como si todos esos detalles que siempre están y estuvieron ahí, quisieran tener que ver en la desición que tenemos que tomar.
Lo que es muy claro es que todo parece reafirmar la situación en la que uno está, mientras no toma la decisión. Lo bueno está en tomar decisiones, creo yo. Porque luego de pasada la tormenta, no falta quien dice que si pensó en hacer tal o cual cosa (y menos mal que no la hice) fue por la presión del momento. Y sino está el que intenta deshacer la decisión que tomó, amparándose en la misma excusa (un momento difícil).
No se trata de intolerancia; se trata de dar un paso desde mi punto de vista (depende de qué decisiones, ¿no?). Pero a veces la educación no permite considerar la posibilidad de alejar todo aquello que nos hace mal. Si uno relatara a veces los hechos, podría pasar a la vista de otro por un desalmado, o por un kamikaze. Pero lo cierto es que los hechos, en este caso, van de la mano de decisiones, y las decisiones, tienen una forma de sentir.
De todos modos, a veces pasa por decisión el punto cúlmine de una falsa paciencia, donde es obvio el camino que las cosas terminan tomando (y ahí todo parece tener un justificativo, y la decisión parece tomada).
Creo que las mejores decisiones, son las que se toman a tiempo. Y digo mejores, no por la calidad estratégica que pueda tener; sino más bien, porque el tiempo bien empleado, es bueno para uno y para los demás. En cambio, los gestos no del todo sinceros nunca llegan a tiempo. No hacen bien a nadie.
Si tuviera que pensar a dónde lleva todo esto… no lo sé… nos lleva a un lugar de una manera más rápida. Por lo general, la persona que no toma decisiones, siempre según mi parecer, llega siempre tarde a donde quiere ir. Si llega. Y el hecho de tomar decisiones, es como pasar el nivel de un juego, con un truco (no una trampa). De lo contrario, el camino obvio tendrá que ser recorrido.
Los detalles, las señales… son cosas que siempre estuvieron ahí esperando que uno les ponga significado, para hacer una pintura de la vida de uno mismo. Y creo que la convicción con la que uno lo hace, es la que apunta a la verdadera calidad del cuadro.

1 comentario:

Maconda dijo...

Me gustó lo de la "falsa paciencia". Suelo vivir la mayoría de mis tiempos amorosos como un cronopio enloquecido. De modo que mi real-paciencia es hija de la intensidad de mis afectos.
Y, cuando me encuentro víctima de una "falsa paciencia" por parte del otro, y... sólo puedo entender que no me quieren. Y buaaaa.

Me moviliza mucho tu blog. Gracias.

Maconda